Dos años sin la presencia de nuestro poeta.
Joan Millet

El sábado veinte de mayo se cumple el segundo aniversario del momento en que Francisco Brines pasó a compartir el lugar común de la abstracta nada, mientras que su vida discurrió plena entre dos nadas, al fin y al cabo “somos un paréntesis entre dos nadas”, nos dejó sentenciado.

Con Brines cualquier conversación podía convertirse en substancial. Una comida podría convertirse en una excusa para el diálogo. Recuerdo que se rebelava cuando el tema giraba entrono a la reencarnación porque, en el caso de acontecer, quedaba excluida la facultad de la memoria y, entonces, ¿de qué podía servir reencarnarse? En cambio, respecto al misterio que supone el inmediato después mostraba una resignada incertidumbre.

Ahora que entendemos que se encuentra en ese misterio de la eternidad, quiero creer que habrá constatado que allí nadie está muerto, solo aquí en la tierra es donde los cuerpos van irremisiblemente hacia la ruina. En cambio, en ese lugar sin medidas, sin tener que correr ni contra el espacio ni contra el timepo, se habrá acercado a los suyos para besarles.

De nuevo les besará, porque no están muertos… y nosotros fundiremos risa y lágrima porque son una sola verdad.

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